viernes, 3 de diciembre de 2010

INFANCIA Y PRIMERA ADOLESCENCIA DE RUBALCABA
(BREVE RESUMEN HALLADO EN ULTRADEREPEDIA.COM)

Una noche tenebrosa del mes de julio, entre relámpagos, rayos, truenos y una ventisca de tres pares de cojones, vino al mundo en 1951 Alfredo Pérez Rubalcaba. De muy niño, se levantaba al amanecer, y en vez de rezar el Jesusito de mi vida, eres niño como yo, se escapaba al campo a maldecir conejos; luego desayunaba allí mismo a base de raíces de mandrágora, rabos de lagarto y setas venenosas que él digería tan tranquilo. Al volver a casa lleno de roña y liendres, cuando alguien le preguntaba qué quería ser de mayor, siempre respondía: “¡Marxista-leninista! ¡Marxista-leninista!”, con el puñito en alto y unos ojos de totalitario que la gente del pueblo salía corriendo a refugiarse en sus casas por si acaso.

No jugaba Alfredito con juguetes normales para su edad, sino con alfileres, tenazas, látigos y puñales. A su abuela le quitó más de una vez el crucifijo de cuando se casó para jugar al hinque, y a sus padres les traía por el camino de la amargura, pues se escapaba las noches de luna llena y volvía de madrugada con un aspecto de haber sido lobo, que no te lo pierdas. En ocasiones echaba espumarajos por el oído izquierdo, pero él como si nada. Cuando se ponía enfermo, la fiebre en lugar de subir a 40 le bajaba a 32. “Va a ser un chico frío”, pronosticó el médico en más de una ocasión. Por cierto, que el doctor dejó de ir a verle a su casa porque una mañana Rubalcabín le puso la zancadilla en el peldaño más alto de la escalera y, al caer, se clavó el estetoscopio entre la tercera y la cuarta costillas. Nada más curarse, el doctor pidió el traslado y se fue a ejercer a Torrelavega.

Para los niños de derechas, ir a la escuela con Alfredito era un sinvivir: a unos les atizaba con el plumier en el codo para que les dieran calambres y a otros en la pilila; pinturrujeaba en las pastas de sus cuadernos la figura del hombre del saco y, en los recreos, comandaba un grupo de chavales con dos remolinos en la coronilla, los dientes negros y velas verdes colgando, que se dedicaban a pinchar balones y a joder la marrana. El último año de escuela robó doce sacapuntas, se los metió al maestro en el bolsillo de la bata y le acusó de ladrón delante del director, así que al hombre le echaron del pueblo.

Una tarde de marzo le mandó su madre a comprar mitad de cuarto de pimentón picante para guisar unos caracoles y cuando la tendera lo tenía preparado encima del mostrador listo para envolver, Rubal sopló con todas sus fuerzas y la mujercita quedó ciega de por vida. No le metieron en un correccional porque amenazó al hijo del que mandaba allí con montarle un GAL cuando saliera. Como se ve, la criaturita ya lo venía rumiando desde chico.

Puesto que sus padres no hacían carrera de él, le enviaron a casa de unos tíos que tenía en la Rioja (antes Logroño), a ver si allí se enmendaba, pero como dijo Rafael Guerra, Guerrita: “Lo que no pué ser no pué ser, y además es imposible”. Era septiembre, de modo que, aunque contra su voluntad, los parientes de Alfredito le llevaron a vendimiar. En qué hora. Por la noches, mezclaba a boleo los racimos de uva tinta con los de uva blanca, y ese año de la bodega sólo salió vino clarete; unas remesas tirando a tinto y otras a blanco. Aquello supuso la ruina de una familia que llevaba haciendo vino en condiciones desde 1890, pero él consiguió lo que quería: que le mandaran de vuelta a Cantabria (antes Santander).

Ya siendo adolescente, Rubalcaba estudió Brujería, Ocultismo y Métodos Ponzoñosos en una de las cuevas de los Picos de Europa que años antes habían ocupado los maquis. No obstante, su verdadera vocación fue siempre montar movidas, urdir tramas y conspirar contra la gente de bien, quehaceres a los que, como toda España sabe, se dedica por orden de Zapatero en cuerpo y alma, aunque eso de alma sea mucho decir.
AGUIRRE PONE NOMBRE A LAS ECUELAS INFANTILES

La penúltima ocurrencia de Esperanza Aguirre (la última puede estar rumiándola en estos momentos; nunca se sabe), es que quiere bautizar las nuevas escuelas infantiles con nombres de zarzuelas famosas. Teniendo en cuenta que la Presidenta regional ha catalogado recientemente las corridas de toros como Bien de Interés Cultural, y que Cultura y Educación siempre han ido de la mano, lo suyo es que, para complementar la medida taurina, hubiera recurrido, no a la zarzuela, sino al pasodoble, de manera que los madrileñitos de hoy, el día de mañana pudieran presumir de haber cursado sus primeros estudios en el Centro Educativo “La Parrala”, la Escuela Infantil Municipal “Francisco Alegre”, o, nada más ni dada menos que en el Colegio Público “Paquito el chocolatero”. Para las escuelas situadas en las zonas de mayor arraigo nacional, apunto estos títulos mucho más patrióticos: “Suspiros de España”, “España cañí” y “Soldadito español”. Entre los chavalines de cada centro podrían formarse grupos de coros y danzas y, a final de curso, darle dos orejas de peluche al que lo baile más güay.

domingo, 7 de noviembre de 2010

DIÁLOGO ESTRAMBÓTICO

A y B, pedalean tranquilamente en paralelo, por un carril-bici.

A.- Oye, ¿tú sabes de qué va exactamente lo del cambio climático?
B.- Algo sé.
A.- Pues, dime.
B.- Que con cuarenta grados a la sombra se tiritará de frío y a cinco bajo cero hará un bochorno de tres pares de fogones.
A.- Eso pasa cuando estás enfermo, tío.
B.- Lo malo es que nos va a ocurrir estando sanos.
A.- No puede ser.
B.- Si no te lo crees, no sé para qué preguntas.
A.- Es que lo que dices es imposible.
B.- Que te crees tu eso. Con el cambio climático se vuelve todo del revés.
A.- ¿Todo?.
B.- Cuando digo todo, es todo.
A.- ¿Cómo lloverá entonces?
B.- Unas veces de abajo arriba y, otras, a tresbolillo.
A.- ¿Y, el paraguas?.
B.- Le tiras y que sea lo que Dios quiera.
A.- Pues sí que estamos buenos.
B.- En un futuro, el lagarto Jaén será típico en Noruega y la morsa poblará
Despeñaperros.
A.- No veo yo a las morsas comiendo tomillo.
B.- Harán de tripas corazón.
A.- Vaya lío que se prepara.
B.- En unos años será el viento en calma el que arranque los árboles de cuajo.
A.- ¿Y, cuando azote la ventisca?.
B.- Nada. Calma chicha.
A.- Joder, qué raro.
B.- Y tanto. Por ejemplo, cuanto más diluvie más secos estarán los tomates.
A.- ¿Y, las sandías, no?.
B.- Dedúcelo tú.
A.- Entonces, mejor que no llueva, ¿no te parece?.
B.- No creas. Si no llueve en mucho tiempo se inundará todo y moriremos
ahogados.
A.- ¿De qué, si no llueve?.
B.- Coño, de agua seca.
A.- Supongo que al menos durante el día seguirá siendo de día y durante la noche, de noche.
B.- Depende. Por el día será de día, siempre y cuando el sol esté en fase de sol lleno,
pero en cuanto entre en la de sol nuevo, adiós la luz.
A.- ¿Entonces?.
B.- Hará sol, pero como si Juan y Manuela.
A.- ¿Y, la luna?.
B.- No sé, pero si yo fuera mochuelo, estaría acojonado.
A.- Me estás vacilando, B.
B.- Leches, A.
A.- Vamos a ver: ¿A ti quien te ha contado esas cosas?.
B.- Yo, que las deduzco.
A.- Perdona, pero creo que no van por ahí los tiros.
B.- ¿Qué tiros?. Yo no oigo nada.
A.- El calor te está afectando a la cabeza.
B.- Será el frío.
A.- Según yo, el calor.
B.- Veo que sigues sin entenderlo.
A.- O, tu sin explicarte.
B.- También puede ser, pero yo al menos lo tengo claro.

B da un par de pedaladas con fuerza y sorprende a A que, al reaccionar tarde, queda descolgado y, lo que es peor, con la duda de saber si en el futuro, cuando suba esa misma cuesta, sudará sólido, líquido o gaseoso.

domingo, 3 de octubre de 2010

A VER SI NOS ACLARAMOS

Estaba yo mirando por la ventana de mi despacho, cuando, de pronto, llamaron a la puerta: Tock, tock. ¡Adelante!, respondí colocando rápidamente el presupuesto municipal de mi departamento sobre la mesa. Entraron dos señores de traje y corbata, cartera en mano, y se presentaron como agentes de una empresa de construcción de infraestructuras. Ellos vinieron a mí. Yo no tengo la culpa de eso, a ver si nos aclaramos.
Después de interesarse por mi familia, me explicaron que ellos hacían las obras públicas como los ángeles y más barato que nadie. Me dejaron unos folletos y se fueron dejándome sus tarjetas personales sobre la mesa sin que yo se las pidiera, a ver si nos aclaramos.
A los pocos días, uno de ellos me llama por teléfono: soy fulano, dice, y me gustaría que supiera que mi empresa se va a presentar al concurso para la construcción de la ciudad deportiva cubierta que usted, con tan buen criterio y siempre pensando en los vecinos, ha previsto levantar en su municipio. Fue él quien llamó y no yo, a ver si nos aclaramos.
Le dije que muy bien y contestó que qué tal andaba mi señora de fondo de armario y que dónde solemos ir de vacaciones. Bueno, el sueldo de concejal no da para alardes, la verdad. Sólo le dije eso y que veraneábamos en la costa del sol. En cómo lo interpretó él, ahí no entro porque es cosa suya, a ver si nos aclaramos.
Unos días antes de celebrarse el concurso de la obra, al volver a casa me encontré con dos maletas y un maletín. Llamé a mi mujer y le dije: Oye, cari, ¿quién ha traído esto?. Un señor muy bien vestido. Como vienen a tu nombre, ni las he abierto, me contestó ella. Quiere decirse que mi mujer tampoco sabía nada de nada, a ver si nos aclaramos.
Abrimos primero el maletín y…¡hostias!... doscientos treinta mil euros en billetes de quinientos y una foto de un apartamento en primera línea de playa con el rótulo de “Reservado”. ¿Esto qué es, chuchi?, me preguntó ella. Joder, ¿no lo ves?, dije yo. Acto seguido, mi mujer abrió una de las maletas: ¡Madre del amor hermoso, si son 6 bolsos de la marca Louis Vuitton y 6 pares de zapatos de Jimmy Choo!, exclamó tan alto que casi se rompe el cristal del armarito. Aturdido, me acerqué a una de las maletas y vi una tarjeta igual a la que me habían dejado en el despacho del Ayuntamiento aquellos dos señores que recibí al principio. Mi mujer dejó los presentes sobre la mesita y, más nerviosa que un calambre, abrió el bulto que faltaba. Eran 6 vestidos a juego de la firma Versace ¡justamente de su talla!. Casi le da un soponcio. A estas alturas del relato tengo que insistir en lo mismo: nosotros estábamos tan tranquilos en casa y nos llegó lo que nos llegó sin que yo hiciera nada, a ver si nos aclaramos.
Ya en el Ayuntamiento, unos momentos antes de abrir los sobres del concurso para adjudicar la superobra deportiva, me llaman por teléfono. ¿Le han gustado los detalles?, oigo decir. ¿Se refiere a lo que se refiere?, pregunté yo. Exacto, respondió el otro. Por 6 millones de euros les va a quedar una ciudad deportiva de cine, acabó él antes de colgar. El tío no me dejó oponerme, a ver si nos aclaramos. Si a mí me da la oportunidad, le digo cuatro cosas, pero no me la dio. ¿Verdad que me comprenden?.
El caso es que, llevado por las circunstancias y con una tensión del carajo la vela, comenzó el acto de contratación. Además de la constructora de la que vengo hablando desde el principio, se habían presentado otras dos empresas. Como presidente de la mesa, cogí los tres sobres y abrí primero los de las desconocidas: una construía y dotaba el megapoli por 3 millones doscientos mil y, la otra, por 3 cien. En ese momento me subió un sofoco a la cara que no sabe nadie. Me dije: sé que la cifra del tercer sobre es de 6 millones, de manera que si lo abro, habrá que adjudicar la obra a cualquiera de las otras dos, mucho más baratas. Y me caí al suelo todo lo largo que era. Al ser yo el que mandaba allí, suspendí la adjudicación hasta el día siguiente. Lo único que hice fue desmayarme, y no por mi culpa, sino de la naturaleza, ver si nos aclaramos.
Al llegar a casa, cogí la tarjeta y llamé al teléfono que figuraba en ella, por deferencia, porque de bien nacidos es ser agradecidos, a ver si nos aclaramos. Todavía no hay nada porque he sufrido una indisposición y se ha dejado para mañana, le dije, pero por ese precio va a ser imposible adjudicársela a ustedes. ¿Por cuánto, entonces?, le oí. Ya no tiene remedio; la oferta más barata baja a 3 cien, respondí cortadísimo. No se preocupe: ahora mismo le envío otra oferta por 2 novecientos y esta noche cambia el sobre. No me parece correcto, le dije; además, por ese precio no les va a interesar. No se preocupe, respondió, llegaremos a facturar los 6 millones; para eso se inventaron los modificados de la obras y los imprevistos que siempre surgen. En cuanto al apartamento, ya lo tiene amueblado y reservado: sólo tiene que entregar en mano los doscientos treinta mil en la dirección que le indicamos en la tarjeta. Y colgó.
El día siguiente adjudicamos la obra por 2 novecientos, pero porque era la oferta más barata, a ver si nos aclaramos.

domingo, 12 de septiembre de 2010

ENTRE MERCADOS

A.- Buenos días, mercado B
B.- Y buenos que son, mercado A.
A.- ¿Cómo va todo?
B.- Estupendamente. Esta mañana, sin ir más lejos, me puse a jugar al Inviertoly con quince mil millones de bonos griegos y he acojonado a los gobiernos de media Europa en un par de horas.
A.- ¿Has sido tú?.
B.- El mismo.
A.- Te lo habrás pasado pipa.
B.- Tenías que haber visto a la Merkel, saltando de rabia en la puerta del Banco Central.
A.- Yo ayer desinvertí cuarenta mil millones de España, me los llevé a China pasándomelos por el forro de los letones y ahora los tengo en un paraíso fiscal sudamericano bailando salsa.
B.- Has hecho bien, el dinero necesita movimiento y alegría.
A.- ¿Quieres que desestabilicemos algún gobierno?
B.- ¿Ahora?. ¡Venga!
A.- Dime un país debilucho.
B.- Mmmmm… Portugal, por ejemplo.
A .- Dale caña a la deuda del Tesoro luso mientras yo doy la orden de retirar ochenta mil millones de Lisboa por Intranet.
B.- ¿Cómo quieres que les dejemos la confianza financiera?
A.- A nivel zarrapastroso.
B.- Espera que voy a soltar un bulo por e-mail.
A.- ¿Cuál?
B.- Que la deuda portuguesa tiene sífilis estructural.
A.- ¡Hala!
B.- Tú déjame a mí.
A.- Vale, vale. Cuando acabes me lo dices.
B.- Ya
A.- Métete a ver cómo va subiendo su diferencial con el bono alemán.
B.- ¡Jooooooder, qué paso lleva!
A.- Me gustaría ver la cara que pone Barroso.
B.- Ahora que lo dices: ¿Te acuerdas del careto de Zapatero anunciando el recorte de gastos sociales que le preparamos en mayo?
A.- ¡Huy, lo que nos pudimos reír!
B.- ¿Y, al inglés ese que gobierna su país a pachas?
A.- ¿Cameron?
B.- Sí. A ese le hemos dejado la libra esterlina como la mojama.
A.- Pues, ¿qué me dices del socio de Carla Bruni?
B.- Ese parece que prefiere meter mano a los jubilatas.
A.- Nosotros le mandamos que puteara, pero no a quién. Él vera.
B.- Para mi gusto, todavía tenemos que apretarles un poco más
A.- No te falta razón. Por ejemplo, en la reforma laboral española hemos sido un poco blandos.
B.- Todavía estamos a tiempo. ¿Qué podíamos hacer?
A.- Déjame pensar… ¿Qué te parece una indemnización por despido de veinte días por quinquenio trabajado, descontando vacaciones, sábados, domingos y fiestas de guardar?.
B.- Un poco light.
A.- ¿Y si descontamos también las noches?.
B.- Todavía sale mucha pasta.
A.- No sé, chico.
B.- ¡Ya lo tengo!. Toma nota: “En caso de que el trabajador sea despedido, deberá indemnizar al empresario con treinta días de curro gratis por año trabajado”.
A.- ¿Y si Zapatero no traga?.
B.- Le dices que en dos mañanas pasamos la deuda española de la AA+ a la ZZ-.

El mercado A escribe con entusiasmo lo que le ha dictado el mercado B, pincha la dirección electrónica del Presidente del Gobierno y se lo envía con esta nota: “Nueva cláusula a introducir por las buenas en la reforma laboral. Atentamente, los mercados”.

Al finalizar, A y B, cada uno con su portátil, juegan a desplazar miles de millones de euros por el mundo, sacando en cada movimiento una rentabilidad que usted y yo, amigo/a lector/a, seríamos incapaces.

jueves, 1 de julio de 2010

FUNCIONARIOS

De joven, yo era una persona enérgica, dinámica y prometedora. Cuando conseguí mi primer empleo en el polígono industrial, la gente conocida con la que me cruzaba por la calle, me saludaba con cordialidad: “Hola, buenos días” “Ve con Dios” “Passa tronco” “staluego, chaval”… dependiendo de la generación del saludante. Sabían que trabajaba en la privada y eso siempre transmite sensación de agilidad mental, competencia, capacidad y buen hacer, como todo el mundo ha comprobado al llamar al fontanero, al antenista, al del seguro, a la compañía de teléfonos… en fin. Hasta que un día aciago del mes de noviembre, allá por los años ochenta, se me ocurrió presentarme a unas oposiciones que convocaba el Ayuntamiento, y las saqué. A partir de ese momento, mi vida dio un vuelco: Había dejado de ser una persona enérgica, dinámica y prometedora, para convertirme en un funcionario (no devuelvan aún). Les prometo por lo que más quieran que en aquel momento no sabía lo que hacía (y, perdonen por la rima). Es una de esas cosas que los más mayores deberían contar a los jóvenes; advertir de sus consecuencias, pero a mí nadie me avisó.

El caso es que la gente que antes me saludaba, empezó a huirme. Unos, en cuanto me veían de lejos, cambiaban de acera; otros se santiguaban. Incluso se dio el caso de vecinos que, al enterarse, vendieron el piso y se fueron a vivir a cien leguas de mí. Al principio, no encontraba explicación al fenómeno, hasta que empecé a sufrir la transformación en mis propias carnes. Poco a poco fui perdiendo fuelle. Antes, cuando sonaba el despertador, salía disparado por el embozo de la cama como alma que lleva el diablo, dispuesto a matarme por mi empresa, pero desde que opté por la cosa funcionarial soy otro: ahora abro los ojos por tiempos; desayuno leche con parsimonia (no vean lo que tardo en cada vuelta que doy con la cuchara por el interior del vaso), me lavo por goteo y entro lánguido y cansino en la Casa Consistorial subiendo las escaleras a escalón por bostezo y viceversa. La jornada de trabajo es un martirio, se lo digo. Cada instancia pesa cien kilos y darle a la tecla del ordenata me cuesta el huevo de Colón. Cualquier día se me solidifican los huesos de la muñeca, de practicar el “mano sobre mano”. Sin embargo, antes, cuando pertenecía en cuerpo y alma a mi empresario, daba gusto conmigo: despierto, activo, resuelto, infatigable…Valía un potosí.

Los funcionarios, hay que decirlo, somos seres musarañeros que deambulamos como zombis administrativos entre carpetas polvorientas y la máquina del café. Unos, cuentan haber visto debajo de las mesas a cientos de miles de nosotros durmiendo a pierna suelta, con los archivadores de cartón como almohada. Si, al menos, no roncáramos, ¿verdad?… En cualquier caso, sea o no cierto, de lo que no hay duda es de que merecemos una bajada de salario, no el cinco por ciento, sino del ciento cinco, a ver si con la nómina en números rojos despabilamos de una vez, leche. Tampoco sobrarían medidas complementarias, como obligarnos a aprender de memoria actas de plenos y comisiones, recitar padrones fiscales desde la A a la Z, apretar bombillas pasadas de rosca, quitar el membrete a los folios, etcétera.

Hace algo más de un mes, en el diario El Mundo (13.05.2010), un profundo conocedor de la cosa pública, de apellido Sostres, pedía al Presidente del Gobierno que redujera “al menos al 40 por ciento de los funcionarios que hay en España”. Añadía: “Que el colegio público deje paso a la escuela concertada y no hace falta que los maestros sean funcionarios”. Y, en negrita, apuntillaba: “Queridos funcionarios, vuestra hora ha llegado. Y no inspiráis ninguna lástima”.

Sé que me traerá problemas entre mis compañeros lo que voy a decir, pero estoy absolutamente de acuerdo con él. Es más, voy a profundizar en su reflexión:

1. ¿Cómo acabar con al menos ese 40 por ciento de gandules?. Organizando encierros de reses bravas y funcionarios. Me explico: En cada localidad, con los restos financieros del plan E se construye un desfiladero de hormigón de 500 metros de largo por 3 de alto, con una sola entrada y sin huecos en el recorrido. Una vez listo, por la entrada que digo vertemos primero una tanda de funcionarios y, detrás de ellos, media docena de toros, media, sin cabestros ni nada para que vayan como locos. Así, matamos dos pájaros de un tiro: se promociona la fiesta como bien de interés cultural y se reduce la plantilla de vagos y maleantes. ¿Cómo lo ven?
2. Sostiene Sostres, y con razón, que no hace falta que los maestros sean funcionarios. Yo añadiría que no es necesario ni que sean maestros, y estoy dudando de si es o no conveniente que los niños sean alumnos o al revés, que ya me he perdido. Donde esté un país con las escuelas llenas de laborales eventuales discontinuos enseñando las cuatro reglas a niños que no es preciso que sean alumnos, que se quite la educación funcionarial.
3. Dice, por fin, el mundano Pedrojotero que ha llegado nuestra hora y, además, sin que inspiremos ni lástima siquiera. Suena un poco cruel, las cosas como son, pero por lo menos ha tenido la deferencia de avisarnos. Siempre está bien saber con tiempo lo que le espera a uno: hay funcionarios que, por la vagancia típica que nos caracteriza, no tenemos hecho el testamento, y luego todos son problemas. Gracias, Sostres. Eres un sol.

sábado, 19 de junio de 2010

DEJAD QUE OS CUENTE LO QUE PASÓ

DEJAD QUE OS CUENTE LO QUE PASÓ

Mirad muchachos: algunos adultos se han vuelto locos y solo dicen tonterías. Ahora les ha dado por trabucar la Historia de España y no cejan. Primero que si en el siglo pasado los militares se levantaron en armas contra la República. Después, que la sublevación desembocó en una guerra civil con cientos de miles de muertos. Añaden, además –no sé de dónde se lo habrán sacado- que Franco gobernó casi durante cuarenta años bajo una sanguinaria dictadura militar, y rematan la patraña denunciando no sé qué represión política y otras vainas. En vez de ocuparse en tergiversar los hechos, más valiera que se dedicaran a querer a España, leche.

¿Quién ha dicho que Franco se levantó en armas contra la República?. No lo creáis, jóvenes amigos. Para que nadie pueda engañaros, en pocas palabras os voy a contar lo que pasó de verdad. Poneos en situación: A principios de 1936 España está empecatada. Gobernando (es un decir) la República, llega a oídos de varios generales patriotas que comunistas y socialistas se preparan para poner España a su nombre y repartírsela de norte a sur. La trama llega a oídos de Franco que, en buen plan, les dice que eso no se hace, pero en vez de echarse atrás, se rebelan contra él y quieren asesinarle. El Caudillo que se entera del complot al día siguiente por un amigo legionario, se lleva las manos al cincho y suspende la República para salvar a España. Los republicanos, por la radio, obligan bajo amenaza de muerte a todos los españoles a luchar contra los militares; sin embargo, como Franco es todo un señor, católico de pies a cabeza, muchos arriesgan sus vidas, cruzan el frente y se van con él. Los que empiezan la guerra son, pues, los republicanos. Primer punto.

Segundo punto. La República pide ayuda a gobiernos de otros países, pero éstos, sabedores de la calaña de los dirigentes que hay aquí, se hacen los sordos (excepto Rusia, claro; quien si no). Sin embargo, los nacionales solicitan apoyo a su justa causa y, al instante, alemanes e italianos se deshacen en atenciones y nos mandan aviones, tanques, barcos, dinero y buena gente. ¿Por qué? Porque se fiaban de un caballero español como era Franco. Las lenguas bífidas iban diciendo que los alemanes eran nazis y los italianos, unos fascistas. Mentira cochina. Algo tenían que decir para desprestigiar la ayuda bélico-humanitaria que prestaban al Caudillo. ¿A que de los rusos no hablan? ¿Por qué apoyan los rusos a los pérfidos republicanos? Por lo del oro de Moscú. ¿Qué, qué es eso?. Pues nada, queridos jóvenes, que mientras Franco y sus legiones de cruzados pedían hipotecas personales para comprar armas y defender España de las hordas, endeudándose hasta los ojos, Azaña, que si os fijáis rima con guadaña...

- Y con España

¡No interrumpas, coño!. ¡Lleváos a ése!... Decía que Azaña y los republicanos, una noche de perros y mucha niebla, se metieron en el Banco de España por la puerta de atrás, sacaron todo nuestro oro y, en camiones, se lo entregaron a los rusos a cambio de armas con las que matar a los verdaderos patriotas (aunque, digo yo que algo se les quedaría entre las manos). ¿Que, si había mucho oro?. De todo; había de todo: oro, diamantes, plata, rubíes, zafiros, joyas raras... ¿Os acordáis de lo que trajo Colón de América?.

- Eso fue en el Siglo XV, tío.

Joé, cómo pasa el tiempo... Bueno, el caso es que no dejaron ni una pepita de señal... ¡Y tú, cállate, o mando que te saquen de aquí como al otro!

Tercer punto. De represión, nada. Todo el mundo sabe que mantener el orden requiere firmeza, y si para ello es preciso disparar, se dispara como disparan los hombres. Lo que no dicen es que antes de apretar el gatillo siempre se daba la oportunidad al rojo perdido de arrepentirse de sus pecados y al descarriado de encarrilarle. ¿No es eso señal de benevolencia?. ¿Qué más querían, con la que armaron?. Para que venga ahora Garzón con el rollo de a ver qué pasa con los ciento trece mil cadáveres que hay diseminados en fosas comunes… Seguro que los ha contado él, no te fastidia.

Bueno, otro día seguiré, que voy a un revival patriótico en el Valle de los Caídos y tengo que sacar brillo al águila imperial.
¡Arriba España!.

lunes, 10 de mayo de 2010

GRECIA

Desde el punto de vista económico, podríamos decir que la Unión Europa es una gran empresa con sede social en Bruselas y tantas filiales como países la componen. Si en un momento determinado, como el actual, se descubre que quienes dirigían una de esas delegaciones, en este caso la griega, falsearon los datos para ocultar sus pérdidas hasta el punto de generar costes y causar problemas al conjunto, lo lógico, justo y razonable es que los responsables del fraude cometido, es decir, los miembros del anterior gobierno griego que intervinieron en el engaño, comparezcan ante los organismos europeos para responder de sus actos. No es de recibo que la población más pobre sufra ahora las consecuencias derivadas de las medidas de contención del gasto social, mientras los autores de la trampa perciben sueldos lustrosos en calidad de ex-ministros y ex-altos cargos públicos.
LAS FUERZAS ECONÓMICAS DE LA DERECHA

Históricamente, las fuerzas económicas de la derecha nunca han querido el pleno empleo porque les supondría pagar salarios más altos; desean una tasa de paro razonable (para ellas, claro), que les permita jugar con los sueldos de los trabajadores a la baja. En esta segunda coyuntura, los portavoces de las fuerzas económicas de la derecha no hablan de lo mal que lo pasan los parados, sino de lo bien que va todo. Sin embargo, cuando el desempleo alcanza cotas tan altas como ahora, humanizan el discurso y depotrican sobre la necesidad de resolver “la trágica situación de nuestros jóvenes”, “acabar con los dramas familiares”, etc., como si fueran esas sus preocupaciones fundamentales, cuando en el fondo, la razón última por la que piden al gobierno medidas drásticas contra el macroparo, es porque con tantos desempleados consumiendo poco, ellas venden menos y, en consecuencia, ganan menos. Hipocresías, las justas.
LOS ANTITAURINOS, QUE SE ENTEREN

Estos días atrás he oído decir en alguna tertulia radiofónica que el sistema nervioso de los toros de lidia es tan exclusivo, que cuando reciben la estocada apenas sufren porque su bravura amortigua el dolor. Tengo que manifestar que no es así en absoluto. Según varios expertos en tauromaquia cuyos nombres prefieren guardar en el anonimato, un estudio reciente realizado por la School of Maestranza and Olé, demuestra que en la plaza, los toros no son insensibles al dolor, sino que disfrutan con él. El análisis radiológico realizado a 350.000 reses bravas permite concluir que con las banderillas sienten un leve cosquilleo de placer; continúan el goce con la pica y llegan al orgasmo en la estocada. Incluso hay toros cuya casta es tal que necesitan más placer y piden ser apuntillados.
Se me olvidaba decir, que de los resultados del estudio se deriva la siguiente verdad absoluta: No hay nadie en este mundo que ame más al toro que el torero. De ahí nace, precisamente, la propuesta de añadir un nuevo refrán a nuestra ilustre colección: Quien bien te quiere, te hará sangrar.

jueves, 6 de mayo de 2010

LA POLÍTICA (REDACCIÓN)

Dice el tío Julián que la política es tirarse los trastos a la cabeza. No sé si será verdad pero por culpa de ella mi padre y el abuelo Antonio se ponen nerviosos, dan voces y regañan cuando se ven, aunque sólo sea un ratito de nada. Según el abuelo, lo que él defiende es mejor que lo que defiende mi padre, y mi padre se pone que no, que al revés. Uno llama facha al otro y el otro le contesta que mejor facha que rojo de mierda; así como suena de mal. Gritan y gritan, pero no se escuchan casi. Un sábado tuvimos que llevar al abuelo a que le vieran en urgencias porque, discutiendo, se quedó sin respiración. Menudo susto: tenía la cara blanca como una tiza gigante y las orejas marrones. Le dijo el médico que no se sulfurase tanto a partir de ahora, pero como no puede resistirlo, desde entonces, cada vez que ve a mi padre sale haciendo fú como el gato. La política tiene que ser otra cosa que no me han explicado bien.

Tampoco debe ser la política esto otro que voy a contar: Algunos días, cuando estamos comiendo, levanto los ojos al telediario mientras me llevo la cuchara a la boca y oigo cosas que son imposibles. Todo, todo lo que hacen unos está mal según los otros y al contrario. ¿A que no puede ser que de mil cosas estén mal las mil?. Bueno, pues están. Sale uno de un partido diciendo que han hecho una carretera nueva y al rato salta el otro con que más valiera que hubiesen hecho un puente, y si hacen un puente, que vaya tontería: que donde esté una carretera que se quite todo. Si gastan, que por qué gastan, y si lo guardan, que por qué lo guardan. Un tostón. A mí me cansan.

Para hacerte político te tienes que meter en un partido. Mi hermano Luisma fue a uno, rellenó la ficha, le dieron un pin para ponérselo en la chaqueta y ya está. Llegó tan contento a mi casa porque se hizo una foto con los que más mandan y la tiene puesta en su cuarto, al lado de otra de Ronaldo cuando era pobre. Eso pasó al principio de apuntarse. Se pone que luego, si quieres llevarte bien, lo mejor es hacer lo que te digan y sin rechistar, porque si rechistas, los de la mesa principal empiezan a mirarse unos a otros como de reojo, y a los pocos días te tienes que ir del partido ese a otro, aunque él cree que si te cambias da lo mismo, porque allí hay otra mesa principal.

Los partidos se dividen en dos clases: de derechas y de izquierdas, pero la semana pasada salió en la tele el alcalde de Madrid, diciendo que aunque está en un partido de derechas, él es del centro. Pregunté a mi padre que si se refería a que como Madrid está en el medio de España y es el alcalde, pues por eso, pero no. Le pedí que me lo explicara y me contestó que no lo entendía ni él, así que nada. Otra vez hicieron una entrevista en la tele a uno de izquierdas que se llama Bono de apellido, me acuerdo yo, y dijo también lo del centro. Lo suyo sería entonces que se juntara con el alcalde de Madrid y montaran los dos un partido nuevo con todos los que quieran centrarse, porque si no es un lío.

Luego están las elecciones, que es cuando los mayores votan a los que ellos quieren. Las veces que no tienen ganas de votar y se van al campo, a la playa o donde mejor les pille, se llaman abstenciones, y sirven para decir que no les mola ninguno de los que ponen las papeletas. Lo que tampoco entiendo bien de esta parte de la política es cómo se leen las cuentas. Una vez, en mi pueblo, los que tenían 4 concejales se quedaron con 1 y, según ellos, habían ganado porque ahora tocaban el suelo y antes no. No sé qué tocarían entonces. A mí me parece que es una mentira, porque toquen ellos el suelo o vuelen, los números son los números. Si yo anoche conté que tenía 4 rotus en el estuche y cuando llego a la escuela abro la cremallera y solo veo el verde, es porque el negro, el rojo y el azul los he perdido por el camino, así que ahora tengo 3 menos que antes, y eso es perder, no ganar. Por lo menos es lo que nos ha explicado la profe hasta ahora. Pues Igual que otros: eran 2, sacaron los mismos y salían a la calle tan chulitos haciendo la V con los dedos, como si 2 fueran más que 2, no te amuela. La política tiene unas matemáticas de alucine. A lo mejor es que esa parte no la he estudiado todavía porque soy pequeño; también puede ser.

Bueno, me voy, que ya he puesto mucho. Adiós.

martes, 16 de marzo de 2010

AMOR EN CUBIERTA

Él.- Con diez cañones por banda
viento en popa a toda vela,
caminaba el Conde Olinos
mañanita de San Juan.

Ella.- Qué forma más rara de madrugar, vida.

Él.- Entonces se madrugaba así, corazón.

Ella.- ¿No será el verso de otra manera?

Él.- ¿Con diez cañones por popa,
mañanita de San Juan,
madrugaba el Conde Olinos
viento en vela a toda banda?

Ella.- No me suena.

Él.- ¿Y así?:
Con diez velas, viento en banda,
madrugaba el Conde Juan
mañanita de San Olinos
a toda popa entre cañones.

Ella.- Que no, que estás mezclando versos distintos.

Él.- Ah, ya sé:
¿No es verdad, ángel de amor,
que en esta apartada orilla,
no corta el mar sino vuela
un velero bergantín?

Ella.- Ni siquiera rima. Además, ¿qué ha sido del Conde Olinos?

Él.- Fue a dar agua a su caballo a las orillas del mar. ¿Por qué lo preguntas?

Ella.- Perdona, cariño mío, pero lo estás liando más.

Él.- Pero, vamos a ver, ángel de amor: ¿es o no verdad, que en esta apartada popa, no corta el mar sino vuela, un olinos bergantín?. Se sincera y contesta, mañanita de San Juan.

Ella.- Qué quieres que te diga…

Él.- ¡Joder, que qué quiero que me digas!... Quiero que me digas, ángel cañón, que si es verdad o no que en un velero de amor el Conde Olinos está apartando bergantines que, aunque no cortan, al menos diez de ellos vuelan.

Ella.- Yo no lo he visto, desde luego.

Él.- Pero, por todos los santos, ¿es que estás ciega?... ¡Si acaba de pasar uno!.

Ella.- ¿Un qué?

Él.- Un ángel bergantín
volando a toda pastilla
por esta apartada orilla.

Ella.- Ni darme cuenta.

Él.- Pues estate el loro, mi velero, porque como se acerque uno que no vuele el mar, sino corte, nos hace picadillo.

Ella.- De todas formas, mi amor,
en este apartado mar
nunca abundó el volador;
se da más el calamar.

Él.- No digo que no, pero ¿eso qué tiene que ver con el caballo del Conde Olinos?

Ella.- Ya lo creo que tiene: el caballo bebe agua en las orillas del mar, y en el mar habitan los calamares.

Él.- ¿Desde cuándo, popa mía, los caballos beben agua de mar?

Ella.- Pregúntaselo al Conde Olinos, que madrugaba y todo sólo para eso.

Él.- ¿Tú crees que el animal llegó a beber de la salitre?

Ella.-Es que, o bebía o acababa en la barbacoa de algún siervo de la gleba.

Él.- Diez cañonazos propinaría yo al de Olinos en cada banda, vive el cielo.

Ella.- Sí, pero antes dame un beso bergantín, loco pirata.

Él.- ¿Cuando más pura la luna brille y se respire mejor, o ahora mismo?

Ella.- Mejor cuando la aurora tienda su manto y el firmamento vista de azul.

Él.- ¿Lo quieres a toda vela?

Ella.- A la deriva

Él.- Pues, hala, suelta amarras, timona mía.

miércoles, 3 de marzo de 2010

¿CON IVA O SIN IVA?

¿CON IVA O SIN IVA?

Vendedor.- ¿Cómo quiere la factura: con IVA o sin IVA?.
Comprador.- La duda ofende.
V.- Se lo propongo porque hay quien la prefiere con IVA
C.- Vamos ande.
V.- Se lo juro por mi madre.
C.- Me está vacilando.
V.- Si es mentira, que se presente aquí ahora mismo Hacienda y nos haga un chequeo.
C.- No provoque, a ver si la vamos a joder.
V.- Son cosas que se dicen
C.- Mal dichas. Imagine que se presenta.
V.- Calle, por Dios.
C.- ¿Le abono la compra en efectivo o con talón al portador?
V.- En efectivo, que deja menos huella
C.- Yo lo pregunto por si acaso, compréndalo.
V.- A quien le ofende ahora la duda es a mí.
C.- También es verdad.
V.- A ver si estamos a lo que estamos.
C.- Oiga, que yo defraudo a Hacienda como el que más.
V.- Eso está mejor.
C.- Después de evadir un par de impuestillos te fumas un cigarro y es como si acabaras de hacer el amor.
V.- Con personas como usted da gusto; en cambio hay otras de las que no te puedes fiar.
C.- Ya lo creo. A mi vecino, por ejemplo, la renta le sale a pagar, y aún así, declara.
V.- Tendrá mala conciencia y quiere purgar alguna culpa inconfesable.
C.- Un esquirol, es lo que es.
V.- ¡Y, qué manera de tirar el dinero, oiga!
C.- Eso digo yo. Con la de trampas que cabe hacer.
V.- Infinitas.
C.- Hombre, no sé si tantas, pero muchas, sí.
V.- Le digo yo que cojo ahora mismo una declaración de la renta y, si quiero, la vuelvo loca.
C.- Yo, antes no sabía, pero ahora entro en el programa PADRE y me pongo a meter y sacar cifras hasta que da lo que quiero.
V.- Es como todo en la vida. Al principio te acobardas, pero cuando coges soltura, hasta gusta.
C.- Cuando debe disfrutar usted de lo lindo es haciendo la declaración del IVA, ¿eh, pillín?.
V.- Calle, calle. Eso es para vivirlo.
C.- Me lo pinta de tal modo que estoy pensando en abrir un negocio para defraudar a tumba abierta.
V.- Lo mejor es si te pilla la inspección y cuando parece que está todo perdido, resulta que ha prescrito la deuda.
C.- Dígame: ¿Qué se siente en esos momentos?
V.- Un orgasmo en colores.
C.- Es usted total, amigo.
V.- Los impuestos no sirven para nada; se lo digo yo
C.- Según mi vecino, para pagar los servicios públicos, entre otras cosas.
V.- ¿Qué vecino, el de antes?.
C.- Sí, el que hace la declaración de la renta y paga lo que sale de verdad.
V.- Una cosa le voy a decir en confianza: tenga usted mucho cuidado con él. No es trigo limpio.
C.- Ya me parecía a mí.
V.- Se les cala rápido.
C.- Igual a partir de mañana, ni le saludo.
V.- Por si acaso.

Comprador y vendedor se despiden con un fuerte apretón de manos, cruzándose esas miradas de tipos listos que llenan de satisfacción personal.

martes, 2 de febrero de 2010

RODOLFITO

Hola, señores. Mi nombre de verdad es Rodolfo pero en el colegio me llaman Dofi. Y todo por culpa de la tía Bernarda, que me puso eso, y mi madre, por no discutir con ella porque es su hermana favorita dijo: “para ti la perra gorda” y lo dejó como está. A mi padre no le gustaba, pero no se metió porque él me llama como le da gana, que es Luis Gregorio, igual que un abuelo que tuvo hace mucho. Algunas veces, cuando se pone en plan Cuéntame, me enseña una foto en la que están los dos en pantalones anchos subidos encima de una mula con muchos ajos colgando y me da la risa. Dice que la mula se llamaba Catalina y que nadie la decía ni Cati, ni Ca, ni Lina. Se pone que Un día va a mandar la foto que digo a una revista de esas que sale la gente antigua de color de humo y con la cara borrosa. Él sabrá.

No sé. Yo creo que si desde un principio mi tía me pensaba llamar Dofi, pues que me hubieran puesto Dofi. A lo primero me ponía colorado, porque me veía de mayor volviendo la cabeza cuando me llamaran y me daba un corte que te cagas, pero luego he visto que muchos señores tienen nombres así: Fonsi, Manu, Mochi… Y eso que a algunos se les ve una cara de bruto… De todas formas es un lío, porque el profe me dice Álvarez, la abuela que si Rodolfito y mi chacha Pe siempre está con que sólo conteste por Ro. Así pasa, que cuando me llama alguien tardo en responder qué y luego me regañan. Se creen que es porque tengo déficit de atención como dicen ellos y quieren llevarme a un sicólogo, pero es mentira. Es por eso que digo.

Otro lío que me hacen todos los años en las Navidades es cuando pregunto quién me trae los juguetes. De más pequeño eran los Reyes Magos. Me acuerdo porque mi madre ponía una taza de leche calentita en el balcón para que bebieran los camellos y me extrañaba que, en cambio, a los Reyes Magos no les dejara ni una figurita. Una vez le pregunté a mi padre que por qué a los camellos sí y a los reyes no, encima de que me traían los juguetes. Me contestó una tontería: que los reyes ni comen ni beben porque para eso son magos. Entonces no sé para qué quieren tener tripa, le dije yo. Apagó la luz y salió de mi cuarto sin darme un beso ni siquiera.

¿Por dónde iba?... Ah, sí. El año que vino la tía Bernarda de un viaje que hizo por el extranjero, se presentó en Nochebuena con un dinosaurio de goma y me dijo que se lo había pedido a Papá Noel para mí. “¿Y, quién es ese señor?”, le pregunté yo. “Pues el rey mago de los americanos, Dofi bonito”. Puse cara de contento para que ella no sufriera, pero me llevé un mosqueo grande porque ya los Reyes Magos resulta que no eran tres, sino cuatro. Cuando le dije a la tía que entonces por qué en los belenes sólo ponen siempre tres, me contestó que porque no caben. Menuda trola. Si fuera por eso quitaban a un pastorcito que tiene menos importancia y plantaban al rey nuevo, así que debe ser por otra razón que no me cuentan. De todas formas yo prefiero a Melchor, Gaspar y Baltasar. Además, a mí no me molan los dinosaurios, ni de goma ni de nada.

Este año las cosas han ido a peor porque quien me ha traído el cochecito de carreras con las letras en inglés ha sido Santa Claus. Ya no sé si los reyes son tres, cuatro, cinco o los que vengan a partir del año que viene. Se lo he dicho a mi primo Kevin y según él, Papá Noel y Santa Claus son lo mismo, aunque me extraña mucho que a un papá le hagan santa. También he oído que en otras partes le llaman San Nicolás. ¿En qué quedamos? ¿Se puede ser al mismo tiempo padre normal en unos sitios, padre santa en otros y santo en los que faltaban?. ¿Será un misterio parecido al de la Santísima Trinidad, que nos cuenta el padre Leonardo?. Vaya lío. Y luego, por si fuera poco, va Juanra Ruiz Castillo y me salta en clase con que los reyes son los padres. Bueno, vale, los reyes puede que sean los padres, pero entonces no son magos, porque yo veo a los míos todos los días y de magia, ni palote.

No, si al final te digo yo que voy a necesitar de verdad un sicólogo.

miércoles, 27 de enero de 2010
















EL CALENTAMIENTO GLOBAL

- Hola. ¿Qué hay?
- Mira, mucho calor.
- Y más que va a hacer.
- Retírate un poco que me prendes, tío.
- Es que soy el calentamiento global.
- Ya decía yo. Vaya veranito que nos has dado, mamón. ¿Qué quieres ahora?
- Me manda la atmósfera a deciros que o dejáis de tocarle los oxígenos o vais a pasar lo
que no está en los escritos.
- ¿Se ha levantado hoy con malos humos?
- Los que vosotros echáis
- Que deje de dar por saco y se ponga mascarilla.
- Tan grande no venden
- ¿Ha mirado en Leroy Merlín?
- Vosotros tomároslo a cachondeo.
- Dile de mi parte que se pasa de sensible
- Si vieras cómo tiene los bronquios estratosféricos, no dirías eso.
- Si tanto le molesta el CO2, que lo mande al infinito.
- No sé cómo.
- Haciéndose un agujero en medio para que salga. Como una campana de cocina, pero
a lo bestia.
- Tú de astrofísica sabes poco.
- Lo justo para respirar por aquí debajo.
- Por eso dices lo que dices
- De todas formas, la tía lleva un tiempo en plan tocapelotas.
- Porque tose mucho.
- Vaya cosa. Y, yo. Mira: ¡kuff! ¡kuff!
- Es que ella cuando tose, tose tifones.
- Y, ¿por qué no apunta hacia otro lado?.Que los mande a Marte; allí no molestan a nadie.
- Más quisiera, pero no le deja la gravedad.
- Otra tonta igual. Vaya fijación que tiene con eso de atraernos tanto. No la sacas de ahí.
- Gracias a ella no os despeñáis por el universo, así que calla.
- A ver si lo que tiene la atmósfera es la gripe nueva. ¿Ha ido al médico?
- No, ella va al científico
- Yo he oído hablar de uno. No sé qué tal será.
- ¿Quién?
- El primo de Rajoy.
- Muchas gracias, pero ya está yendo a otros.
- ¿Qué le han dicho que tiene?
- El efecto invernadero
- Suena a plantación de tomates bajo techo de plástico.
- Y lo que tú dices, a ensalada mental
- Empanada
- Cada uno que tenga lo que quiera, ¿no te parece?
- Bueno, ¿y qué es el efecto invernadero?
- Yo mismo, pero con otro nombre.
- A todo esto: ¿Se puede saber de dónde sales?
- Vosotros me producís.
- Acusica, ¿y tú qué produces?
- Derretimientos polares.
- Te advierto que tanto hielo era un tostón.
- Subirá el nivel del mar.
- Mejor. Tendremos marisco fresco a la puerta de la calle.
- Desaparecerán muchas especies
- ¿Vamos a quedarnos sin azafrán?
- El azafrán es una especia, con a, como el clavo.
- ¿Que se va a extinguir el clavo?. Entonces, ¿qué será del martillo?
- Lo estás liando todo a propósito.
- Es que me pones nervioso. Explícame exactamente en qué consistes, haz el favor.
- Pues, mira, consisto en que no paráis de echar porquería a la atmósfera; la porquería hace de barrera, y los calores, en vez de salir, rebotan contra vosotros mismos y vuelven con más ímpetu y salero a daros caña.
- Según lo cuentas debemos ser gilipollas, ¿no?
- ¿Necesitas que te conteste a eso?
- No, que me vas a angustiar más.
- Pues, hale, queda con Dios.

El calentamiento global, da un fogonazo y sale de allí poniendo todo perdido de gases de efecto invernadero (como no podía ser de otra forma).

sábado, 23 de enero de 2010



















SAN VALENTÍN

El.- ¿Hoy, me quieres más o menos que ayer?
Ella.- Por el estilo.
El.- Me hundes. ¿Y, eso?
Ella.- De ayer a hoy han pasado sólo unas horas, hermosura.
El.- Pero menos que mañana, seguro que sí me querrás
Ella.- ¿Mañana respecto a ayer o a hoy?
El.- No sé. Respecto a ayer, por ejemplo.
Ella.- Lo que pasa es que ayer en relación con mañana será anteayer
El.- ¿Y?
Ella.- Pues que no puedo contestar exactamente a lo que preguntas.
El.- ¿Y, respecto a hoy?
Ella.- Estamos en las mismas: mañana será hoy, y hoy, ayer ¿o es que no lo sabes?.
El.- Anda, que...
Ella.- El tiempo es lo que tiene.
El.- Antes, cuando éramos novios no lo liabas todo tanto.
Ella.- El que lo lías eres tú ahora, con lo de ayer, hoy, mañana, el más y el menos. Pregúntame que si te quiero, y punto.
El.- El día de San Valentín es eso lo que se dice, mujer.
Ella.- Que se diga, pero es un tostonazo oír siempre lo mismo.
El.- Entonces, lo de querernos eternamente, nada.
Ella.- Si la eternidad no durara tanto, a lo mejor.
El.- Yo, en cambio, te querré siempre
Ella.- ¿Siempre que qué?
El.- Siempre y ya está. No me lo chafes.
Ella.- Es que esas cosas no se pueden asegurar tan alegremente.
El.- Yo sí: siempre, y más allá de las estrellas.
Ella.- Sabes que no me gustan los fundamentalismos, y si son cursis, menos.
El.- ¿Aunque sean verdad?
Ella.- Pero, vamos a ver: ¿Qué es eso de querer más allá de las estrellas? ¿Me lo puedes explicar?
El.- Amar hasta los confines
Ella.- Por Dios. ¿Hasta los confines de qué?
El.- Del infinito
Ella.- El infinito no tiene confines, perdona.
El.- Pues hasta el infinito solo; sin confines ni nada.
Ella.- ¿No comprendes que un ser finito no puede ni aproximarse a lo infinito?
El.- No importa. Me da lo mismo.
Ella.- Cuando te pones irracional, no se puede contigo.
El.- ¡Cómo has cambiado, cari!
Ella.- Y no me llames así, haz el favor; que me da grima.
El.- Antes no te daba.
Ella.- ¡Y, dale con antes!
El.- Es que es verdad.
Ella.- Estaría atontolinada.
El.- Con lo que me gusta a mí decirte cosas bonitas el día de San Valentín, y tú, que no lo valoras.
Ella.- Si, sí lo valoro, lo que pasa es que parece mentira que todos los catorce de febrero me salgas con el mismo son.
El.- Dime: ¿Y, qué hago yo ahora con el regalo?
Ella.- Guárdalo y me lo das el 3 de marzo, que no celebramos nada.
El.- Si no celebramos nada, ¿por qué te lo voy a regalar?
Ella.- Porque se te antoje.
El.- Es que lo que se me antoja es dártelo hoy, que es San Valentín. Eres tú la que dice lo del 3 de marzo.
Ella.- He dicho esa fecha como podía haber dicho cualquier otra. Veo que no lo pillas.
El.- Bueno, pues el primer domingo de mayo, que es el día de la madre.
Ella.- Dame un beso, anda.

Ella se acerca a Él, le besa en una mejilla y, antes de separarse, dicen los dos a la vez: “¡Menos mal que mañana es viernes!”.

sábado, 16 de enero de 2010


















FELIPE II, TAL CUAL

Felipe II es ese rey bajito que sale en los cuadros con sombrero muy alto, collarín de punto y una cara de palo que te puedes morir. A mí no me gusta, desde luego. Tenía una silla a la intemperie en suelo rústico para ver cómo iba la obra de El Escorial, y mataba mucho; casi siempre porque le salía de sus reales catolicismos. Se hizo con un imperio a base de guerras y de decir que lo hacía todo en nombre de Dios, que es como se hacen los imperios, antes y ahora. A diferencia de otros que conozco yo, en el suyo dicen que no se ponía nunca el sol, sin embargo en la Historia, fíjense ustedes lo que son las cosas, Rey Sol se llamó a otro, que era francés: Le roi soleil, decían allí. Por cierto, ese tampoco se quedaba atrás en lo de dar matarile a la gente. Liaba unas…

Bueno, a lo que iba: Que no se pusiera el sol en las posesiones de Felipe II no significa que donde él mandara siempre fuese de día, menudo sueño entonces, sino que alumbrara el sol lo que alumbrara de un tirón, aquello era suyo y no se hable más. Bueno, suyo y, aunque menos, de sus mujeres, porque se casó mogollón de veces: por lo menos cuatro, que yo sepa. Unas por una cosa y otras por otra, el caso es que todas se le morían; seguro que de la impresión: estar casada con Felipe II era muy fuerte. Lo que es fijo, y a las pruebas me remito, es que andar por sus cercanías entrañaba peligro de muerte. Claro que peor fue lo de Enrique VIII, que se casó seis veces y tuvo dos concubinas conocidas. Vaya pájaro, el inglés aquel.

Siendo niño Felipe II, en cierta ocasión su padre Carlos V le dijo que se iba a poner una pica en Flandes y que si le acompañaba. El chaval dijo que bueno, así que la dejaron allí puesta y se vinieron tan orgullosos. No sé qué habrá sido de ella, aunque me temo lo peor. Para el que no lo sepa porque no ha tenido necesidad hasta ahora de estudiar estas cosas, Flandes está en los Países Bajos, y los Países Bajos en Bélgica y Holanda (se cuenta que el rey les llamaba “Países Majos” mientras fueron suyos. Cuando los perdió ya ni siquiera les llamaba países).

Como era una exageración de católico, a los turcos les tenía fritos; otomanos, les decía para que la opinión pública de aquel entonces les viera como seres impronunciables. Siempre que tenía oportunidad mataba a unos pocos, luego se hacía la señal de la cruz en el pecho y se iba a dormir a pierna suelta. Lo suyo era santa obsesión. En plena ojeriza, una vez fue a Lepanto a ganarles y les ganó, pero a Cervantes, que en lugar de estar escribiendo en su casa no sé por qué leches se fue hasta allí, una metralla hereje llena de óxido le dio en la mano izquierda y búscale a Perico. No se le extendió el tétanos por todo el cuerpo de milagro. Les digo yo que leemos El Quijote de casualidad. El médico que le curaba la muñeca mala siempre le repetía: “Don Miguel, esto le pasa por meterse a farolero. Zapatero a tus zapatos”, hasta que Cervantes se hartó de oír la misma cantinela todos los días y en cuanto desembarcaron llamó a Quevedo y entre los dos le escribieron cuatro burlas, de esas que joden. Tanto, que el pobre médico murió de una subida de tensión mientras le curaba al menor de los Pinzones, que tenía una picadura de mosquito amazónico en la ingle derecha, con orificio de entrada y salida.

Ahora les voy a contar lo de la Armada Invencible, porque fue de película. Una tarde de invierno del año 1588 - ayer fue la víspera- estaba Felipe II rezando el rosario con doña Ana de Austria y de pronto tuvo una visión: “Ave María Purísima, Ana de Austria –arrancó el soberano como era de rigor - Se me está ocurriendo buscar una avería a los ingleses, por mar. ¿Qué os parece la idea?”. Ana, esposa viva en esos precisos instantes, se le quedó mirando: “Es que por tierra está difícil, mi rey. Como no os lancéis desde La Coruña con catapulta…”. Felipe II no era amigo de bromas, así que llamó a la guardia y Ana de Austria se pasó en un torreón haciendo ganchillo hasta que la diezmada tropa volvió de Gran Bretaña con el rabo entre las piernas, porque eso fue lo que pasó. No se vayan que se lo cuento:

A pesar de las advertencias del meteorólogo de la corte (“¿Con este tiempecito?. No fastidie, vuesa majestad”- advirtióle el isobárico inclinando convenientemente la cerviz, mientras el rey mojaba la pluma en el tintero), Felipe II se puso cabezón, reunió todo lo que flotaba y hale, lo mandó a Inglaterra. Antes de salir, bautizó al conjunto como “Armada Invencible” a ver si los ingleses se acojonaban sólo de oírlo, pero no habían navegado ni dos mil cuatrocientas millas aproximadamente cuando, de pronto, un tsunami monstruoso empezó a tragarse marineros, velas, remos, cañones y todo lo que flotaba por delante. No vean, qué movida. Entonces, el único timonel que quedaba sano se subió al palo mayor atado con una cuerda de gorda como mi brazo y, entre tragos de agua, gritó aquello de: “Eh, una cosa, compañeros: No hemos venido a luchar contra los elementos, así que, puerta y para España”. Volvieron catorce.

Me faltan muchas cosas que contar, entre otras cómo de fácil se las ponían exactamente a Felipe II y quiénes eran, con nombres y apellidos, pero lo mucho cansa. De todas formas, lo importante queda dicho.

domingo, 10 de enero de 2010

ALTERNATIVAS AL CONTRATO “INDEFINIDO NO FIJO”

- Para combatir la crisis, la patronal ha propuesto al Gobierno que regule por ley el “contrato indefinido no fijo”.
- Quieren cuadrar el círculo y están dando vueltas a la noria
- Puestos a barajar alternativas, yo prefiero el contrato “indefijo no definido” al “indefinido no fijo”, qué quieres que te diga.
- Puede, pero por mucho indefijo que sea, si no está definido, vale de poco.
- ¿Y, si lo definimos?
- Ya no sería “indefijo no definido”.
- Que no sea. Total, qué más da.
- Claro que da. Habría que definir lo indefijo. Menudo lío.
- Todo es ponerse.
- No sé, chico. Siempre le faltaría concreción.
- Está bien. ¿Qué te parece entonces el contrato “jodenido no infidedo”?
- La primera parte no da buena espina.
- Si fuera entre humanos y aves, desde luego que no, pero no es el caso.
- De cualquier forma, estarás conmigo en que lo de “jodenido” transmite poca paz social.
- Eso es verdad, pero al introducir el término “infidedo” lo digitaliza, que ahora se lleva mucho.
- Lo encuentro un poco farragoso.
- Cláusulas “jodenido” y cláusulas “infidedo”. ¿Dónde está el problema?
- En la parte resolutoria.
- Se refunde y queda niquelado.
- No lo veo.
- Pones pegas a todo, tío.
- Hay que afinar más. ¿No ves que la patronal maneja el trabalenguas como los ángeles?
- Una alternativa puede ser el contrato “indeterminado no finiquitable”.
- No van a tragar
- ¿Aunque sea sin finiquito?
- Aunque sea. El título tiene que dejar claro que no es fijo.
- Es que indeterminado, no fijo y sin finiquito, va a ser una mierda de contrato.
- A ver si te crees que el otro, no.
- ¿A cuál te refieres, al “jodenido no infidedo” o al “indefijo no definido”?
- Al “indefinido no fijo” del principio.
- Desde luego que será una caca. Por eso estamos aquí, dándole al coco.
- Hay que buscar algo que sea a la vez indefinido y no permanente; no fijo pero tampoco eventual.
- Tengo uno: el contrato “ni chicha ni limoná”
- La terminología es poco técnica.
- El “sí pero no; no pero sí”
- Demasiados síes. La patronal no le aceptaría.
- Contrato “filfa no fijo”. ¿Qué tal?
- Rudo y algo corto.
- Contrato “perdurable de rescisión anticipada”.
- ¡Coño, ese!
- Ves cómo sí.
EL POLÍTICO AL QUE NADIE ESPIABA

- ¿Qué le ocurre, don Licinio? Le veo triste y ojeroso.
- Me da vergüenza decirlo.
- No se corte. Conmigo hay confianza.
- Pues, nada. Que no tengo quien me espíe.
- ¿Un político de su categoría, y no tiene quien le espíe? ¿Cómo puede ser?
- Como te lo cuento.
- ¿Está seguro? Mire que lo que acaba de decir es tela de grave.
- ¿Por qué, si no, iba a estar así de alicaído?
- Pero, ¿usted se vuelve de vez en cuando a ver si le sigue alguien?
- No hago otra cosa.
- ¿Y, nada?
- Nada
- ¿Ni una huella, por insignificante que sea?
- Ni de gorrión
- ¿Mira con frecuencia por el espejo retrovisor del coche?
- Desde que meto la llave hasta que la saco. El otro día casi me mato, de
tanto mirar.
- ¿Y, tampoco?
- Tampoco.
- ¿No ha visto nunca a nadie sospechoso espiándole a través de los visillos de la ventana?
- Tardes enteras me paso, y ni rastro de espías.
- Joder, pues sí qué es raro. Ahora me explico por qué tiene usted esa cara de pena.
- Todos los compañeros de mi rango disponen de su espía, e incluso algunos de un contraespía, y yo, ni uno solo que echarme a la espalda. No hay derecho. Soy un desgraciado, Julián.
- Vamos, vamos… Me hago cargo de su situación, pero hay que animarse.
- ¿Y, qué podría hacer?
- No sé; si quiere le espío yo.
- ¿Tú?. Te lo agradezco, pero iba a notar enseguida que me sigues.
- Eso da igual. Lo importante es que vaya usted por el mundo de la política con la cabeza bien alta.
- Como que hoy día, para gente de mi nivel tener alguien que le espíe es tan necesario como el comer.
- Ya le digo
- Pero, ¿tú sabes espiar como Dios manda?
- Hombre, claro. De pequeño me escondía detrás de los árboles y me confundían con la corteza.
- De eso hará mucho.
- El que tuvo, retuvo, don Licinio. También era uno de los mejores asomando la nariz por las esquinas. Si quiere le hago una demostración.
- De todas formas no das apariencia de espía.
- Lo mejor que tiene. Ahora mismo me parapeto detrás de un periódico y no se me adivinan ni los pies.
- Y, en el caso de que llegásemos a un acuerdo y te contratara, ¿a quién le enviarías el dossier?
- A su peor enemigo, don Licinio.
- Qué mala leche.
- El mundo de los espías es lo que tiene, y si no, no se meta.
- Eso me obligaría a andarme con cuidado de día y de noche, ¿no es así?
- Desde luego.
- Menudo quitavidas. No sé… no sé… ¿Y si me mandaras a mí el dossier?
- ¿Me está diciendo que le entregue los resultados de mi espionaje sobre usted, a usted mismo? Si hacemos eso descafeinamos la misión.
- Ya, pero no me buscas la ruina.
- Eso, también.
- ¿A cuánto me cobrarías la hora?
- Como se trata de un servicio de espionaje contratado por el propio espiado hacia sí, sale algo más caro.
- ¿Y, eso?
- Por la redundancia.
- Qué le vamos a hacer. Lo primero es lo primero; aunque deje sin reservas los fondos reservados.
- Para empezar, le he grabado esto último que acaba de decir
- ¡Qué emocionante!

jueves, 7 de enero de 2010

EL BOTIJO




















EL BOTIJO

Cliente.- Buenas. ¿Vende botijos?

Tendero.- ¿Qué cree que son todos esos que cuelgan del techo, murciélagos de asa?

Cliente.- Botijos, pero pudiera darse el caso raro de que no los vendiera

Tendero.- ¿Cuántas tiendas conoce usted en las que, habiendo de lo que se vende, no se vende precisamente lo que se vende?

Cliente.- Bien, no nos liemos. Yo quería un botijo

Tendero.- ¿Por qué dice quería? ¿Ya se ha arrepentido o es que se le fue la sed de repente?

Cliente.- Es una forma de hablar.

Tendero.- Poco precisa. Si usted me dice: quería un botijo, y yo le respondo que se lo vendería, la operación no llegará a realizarse nunca.

Cliente.- ¿Me lo vende, o me voy?

Tendero.- ¿Esa disyuntiva significa que si se lo vendo se quedará aquí para siempre?

Cliente.- Debe de estar usted bebido

Tendero.- Para eso hago botijos

Cliente.- Pues bájeme uno, haga el favor.

Tendero.- ¿Cuál prefiere?

Cliente.- Uno normal

Tendero.- Los botijos mongólicos no los trabajamos

Cliente.- Quiero decir corriente. Ya sabe, con asa y pitorro.

Tendero.- Es que sin asa no que quedan. Hice varios, pero a medida que los colgaba del techo se iban estampando contra el suelo

Cliente.- Pues, ¿de dónde los colgaba?

Tendero.- Del asa que no tenían.

Cliente.- Como es usted de raro, igual tiene botijos sin pitorro.

Tendero.- Hice doscientos con el pitorro macizo, para probar, pero no resultaron. La gente decía que era frustrante empinar en balde.

Cliente.- Bájeme aquél de allí, haga el favor.

Tendero.- Aquí lo tiene. ¿Qué le parece?

Cliente.- Pero... si le falta la boca. ¿Por dónde demonios se llena?

Tendero.- Por el pitorro, con una pajita. Mis botijos son para gente selecta.

Cliente.- Si no tiene otra cosa me llevo este mismo, venga.

Tendero.- Venga, no. Espere a que se lo personalice

Cliente.- ¿Me va a personalizar el botijo?

Tendero.- Nos ha jodido, mayo.

Cliente Y, ¿qué saco yo con eso?

Tendero.- Un botijo exclusivo para su sed. ¿Cómo lo ve?

Cliente.- Una chorrada.

Tendero.- Chorrada, chorro o chorrito, qué más da.

Cliente (sale de la tienda).- Tómese algo, ande.

Tendero.- ¿A su salud o a la mía?... ¡Oiga... eh... oiga, que se deja el botijo!. Si cree que se le voy a reservar, va listo...