martes, 2 de febrero de 2010

RODOLFITO

Hola, señores. Mi nombre de verdad es Rodolfo pero en el colegio me llaman Dofi. Y todo por culpa de la tía Bernarda, que me puso eso, y mi madre, por no discutir con ella porque es su hermana favorita dijo: “para ti la perra gorda” y lo dejó como está. A mi padre no le gustaba, pero no se metió porque él me llama como le da gana, que es Luis Gregorio, igual que un abuelo que tuvo hace mucho. Algunas veces, cuando se pone en plan Cuéntame, me enseña una foto en la que están los dos en pantalones anchos subidos encima de una mula con muchos ajos colgando y me da la risa. Dice que la mula se llamaba Catalina y que nadie la decía ni Cati, ni Ca, ni Lina. Se pone que Un día va a mandar la foto que digo a una revista de esas que sale la gente antigua de color de humo y con la cara borrosa. Él sabrá.

No sé. Yo creo que si desde un principio mi tía me pensaba llamar Dofi, pues que me hubieran puesto Dofi. A lo primero me ponía colorado, porque me veía de mayor volviendo la cabeza cuando me llamaran y me daba un corte que te cagas, pero luego he visto que muchos señores tienen nombres así: Fonsi, Manu, Mochi… Y eso que a algunos se les ve una cara de bruto… De todas formas es un lío, porque el profe me dice Álvarez, la abuela que si Rodolfito y mi chacha Pe siempre está con que sólo conteste por Ro. Así pasa, que cuando me llama alguien tardo en responder qué y luego me regañan. Se creen que es porque tengo déficit de atención como dicen ellos y quieren llevarme a un sicólogo, pero es mentira. Es por eso que digo.

Otro lío que me hacen todos los años en las Navidades es cuando pregunto quién me trae los juguetes. De más pequeño eran los Reyes Magos. Me acuerdo porque mi madre ponía una taza de leche calentita en el balcón para que bebieran los camellos y me extrañaba que, en cambio, a los Reyes Magos no les dejara ni una figurita. Una vez le pregunté a mi padre que por qué a los camellos sí y a los reyes no, encima de que me traían los juguetes. Me contestó una tontería: que los reyes ni comen ni beben porque para eso son magos. Entonces no sé para qué quieren tener tripa, le dije yo. Apagó la luz y salió de mi cuarto sin darme un beso ni siquiera.

¿Por dónde iba?... Ah, sí. El año que vino la tía Bernarda de un viaje que hizo por el extranjero, se presentó en Nochebuena con un dinosaurio de goma y me dijo que se lo había pedido a Papá Noel para mí. “¿Y, quién es ese señor?”, le pregunté yo. “Pues el rey mago de los americanos, Dofi bonito”. Puse cara de contento para que ella no sufriera, pero me llevé un mosqueo grande porque ya los Reyes Magos resulta que no eran tres, sino cuatro. Cuando le dije a la tía que entonces por qué en los belenes sólo ponen siempre tres, me contestó que porque no caben. Menuda trola. Si fuera por eso quitaban a un pastorcito que tiene menos importancia y plantaban al rey nuevo, así que debe ser por otra razón que no me cuentan. De todas formas yo prefiero a Melchor, Gaspar y Baltasar. Además, a mí no me molan los dinosaurios, ni de goma ni de nada.

Este año las cosas han ido a peor porque quien me ha traído el cochecito de carreras con las letras en inglés ha sido Santa Claus. Ya no sé si los reyes son tres, cuatro, cinco o los que vengan a partir del año que viene. Se lo he dicho a mi primo Kevin y según él, Papá Noel y Santa Claus son lo mismo, aunque me extraña mucho que a un papá le hagan santa. También he oído que en otras partes le llaman San Nicolás. ¿En qué quedamos? ¿Se puede ser al mismo tiempo padre normal en unos sitios, padre santa en otros y santo en los que faltaban?. ¿Será un misterio parecido al de la Santísima Trinidad, que nos cuenta el padre Leonardo?. Vaya lío. Y luego, por si fuera poco, va Juanra Ruiz Castillo y me salta en clase con que los reyes son los padres. Bueno, vale, los reyes puede que sean los padres, pero entonces no son magos, porque yo veo a los míos todos los días y de magia, ni palote.

No, si al final te digo yo que voy a necesitar de verdad un sicólogo.