AMOR EN CUBIERTA
Él.- Con diez cañones por banda
viento en popa a toda vela,
caminaba el Conde Olinos
mañanita de San Juan.
Ella.- Qué forma más rara de madrugar, vida.
Él.- Entonces se madrugaba así, corazón.
Ella.- ¿No será el verso de otra manera?
Él.- ¿Con diez cañones por popa,
mañanita de San Juan,
madrugaba el Conde Olinos
viento en vela a toda banda?
Ella.- No me suena.
Él.- ¿Y así?:
Con diez velas, viento en banda,
madrugaba el Conde Juan
mañanita de San Olinos
a toda popa entre cañones.
Ella.- Que no, que estás mezclando versos distintos.
Él.- Ah, ya sé:
¿No es verdad, ángel de amor,
que en esta apartada orilla,
no corta el mar sino vuela
un velero bergantín?
Ella.- Ni siquiera rima. Además, ¿qué ha sido del Conde Olinos?
Él.- Fue a dar agua a su caballo a las orillas del mar. ¿Por qué lo preguntas?
Ella.- Perdona, cariño mío, pero lo estás liando más.
Él.- Pero, vamos a ver, ángel de amor: ¿es o no verdad, que en esta apartada popa, no corta el mar sino vuela, un olinos bergantín?. Se sincera y contesta, mañanita de San Juan.
Ella.- Qué quieres que te diga…
Él.- ¡Joder, que qué quiero que me digas!... Quiero que me digas, ángel cañón, que si es verdad o no que en un velero de amor el Conde Olinos está apartando bergantines que, aunque no cortan, al menos diez de ellos vuelan.
Ella.- Yo no lo he visto, desde luego.
Él.- Pero, por todos los santos, ¿es que estás ciega?... ¡Si acaba de pasar uno!.
Ella.- ¿Un qué?
Él.- Un ángel bergantín
volando a toda pastilla
por esta apartada orilla.
Ella.- Ni darme cuenta.
Él.- Pues estate el loro, mi velero, porque como se acerque uno que no vuele el mar, sino corte, nos hace picadillo.
Ella.- De todas formas, mi amor,
en este apartado mar
nunca abundó el volador;
se da más el calamar.
Él.- No digo que no, pero ¿eso qué tiene que ver con el caballo del Conde Olinos?
Ella.- Ya lo creo que tiene: el caballo bebe agua en las orillas del mar, y en el mar habitan los calamares.
Él.- ¿Desde cuándo, popa mía, los caballos beben agua de mar?
Ella.- Pregúntaselo al Conde Olinos, que madrugaba y todo sólo para eso.
Él.- ¿Tú crees que el animal llegó a beber de la salitre?
Ella.-Es que, o bebía o acababa en la barbacoa de algún siervo de la gleba.
Él.- Diez cañonazos propinaría yo al de Olinos en cada banda, vive el cielo.
Ella.- Sí, pero antes dame un beso bergantín, loco pirata.
Él.- ¿Cuando más pura la luna brille y se respire mejor, o ahora mismo?
Ella.- Mejor cuando la aurora tienda su manto y el firmamento vista de azul.
Él.- ¿Lo quieres a toda vela?
Ella.- A la deriva
Él.- Pues, hala, suelta amarras, timona mía.
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